viernes, 16 de mayo de 2014

¡Chau pucho!: cómo dar el primer paso y ganar años de salud y de vida


Publicado en Susana de Mayo
Por Alejandra Abrodos
El tabaco es la principal causa de muerte evitable en el mundo: cada año, cinco millones de personas pierden su vida de la mano del cigarrillo. Y puede ser peor. Los expertos estiman que para 2030 esta cifra se va a acercar a los ocho millones. La Argentina no es la excepción. En nuestro país el tabaco provoca cerca de 40.000 decesos anuales, en general por cáncer, enfermedades cardiovasculares y respiratorias.
Podría pensarse que la gente no sabe que fumar hace mal. Pero ocurre todo lo contrario. Lo revela la última Encuesta Mundial de Tabaquismo en Adultos (EMTA) de 2012, según la cual el 98,3 por ciento de la población está informado de que fumar tabaco causa enfermedades graves y el 91 por ciento conoce que provoca infartos o ataques cardíacos. Sin embargo, el 22,3 por ciento de los argentinos fuma. La cifra equivale a 6,1 millones de seres humanos que todos los días prenden, al menos, 12,2 cigarrillos. Eso no es todo: la mitad de los habitantes de este inmenso país está expuesta al humo del tabaco ajeno.
¿Se trata de un monstruo de mil cabezas imposible de dominar hasta por el superhéroe más valiente? No. Pero se parece bastante. "El tabaquismo es ni más ni menos que una adicción. En este caso, a la nicotina. Se trata de la adicción más compleja, porque está socialmente aceptada, es legal y de venta libre", subraya el Dr. Daniel Buljubasich, neumonólogo, experto en Tabaquismo y miembro de la Asociación Argentina de Tabacología. "Es una enfermedad de tipo crónica, con recaídas, que ataca y mata, también a los que están expuestos al humo del tabaco. Es una adicción porque modifica las conductas y actitudes de los fumadores", coincide y amplía el Dr. Guillermo Espinosa, médico de Familia, coordinador del Programa de Control de Tabaco del Hospital Italiano.
Uno después del almuerzo y otro antes de dormir. A lo sumo un par más en el fin de semana. O cuando estoy nerviosa. ¿Eso puede considerarse una adicción? "Sí", responde Espinosa sin dudar. "No depende del número de cigarrillos que una persona consuma por día ni durante cuánto tiempo lo haga, depende de una condición física y de que se noten los cambios en la personalidad, las actitudes y la conducta. Uno no nace adicto, se hace". De varias maneras y a través de distintos caminos. De eso está muy segura la Dra. Georgina Alberro, coordinadora de Tabaquismo en la Liga Argentina de lucha contra el Cáncer (Lalcec). "El fumador padece de una cuádruple dependencia: física, psíquica, social y gestual". (Los brazos del monstruo son tan largos que se ha visto a pacientes con oxígeno permanente que se corren la máscara para fumar.)

VETE DE MI



Foto: Corbis

La última EMTA también reúne y difunde buenas noticias. Existe un descenso en la prevalencia del tabaquismo en la Argentina. Según un relevamiento de la Secretaría de Programación para la Prevención de La Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico, en 1999 fumaba el 39,8 por ciento de la población; en 2005 la cifra bajaba al 29,7 (Encuesta Nacional de Factores de Riesgo, ENFR); en 2009, al 27,1 (ENFR), y en 2012, al 22,1 (EMTA). Hay más: en 2012, el 48,6 por ciento de los fumadores hizo un intento de dejar de fumar durante el último año. Esto representa un mayor interés en abandonar el cigarrillo respecto de la ENFR de 2009, cuando el 43,5 por ciento refirió haber realizado un intento.
Los especialistas están convencidos de que las leyes antitabaco están colaborando mucho para desnaturalizar el consumo y se instauró el 31 de mayo como el Día Mundial sin tabaco. "Lo normal no es fumar, sino dejar de fumar", remarca Buljubasich, por si hiciera falta. Mientras tanto, la Ley Nacional de Control de Tabaco, sancionada en 2011, promueve los ambientes 100 por ciento libres de humo, restringe la publicidad, el patrocinio y el auspicio de tabaco y obliga a colocar advertencias sanitarias en productos del tabaco, entre otras medidas saludables. Y se nota. "Un día decidí que quería ser padre y me pareció una buena oportunidad para ‘limpiarme’ y encarar la búsqueda desintoxicado", hace memoria Pablo Tol, hoy de 44. Vaya disparador para decirle adiós al cigarrillo, y uno más que importante. Es que los niños, los fumadores pasivos más desprotegidos, corren serios riesgos de desarrollar enfermedades a causa de la contaminación del ambiente. Ocurre que las más de doscientas sustancias tóxicas que contiene el cigarrillo no se van con una simple ventilación, sino que pueden quedar en suspensión durante días, ya que se adhieren a distintas superficies como sillones, cortinas, alfombras y ropa. Las restricciones actuales son cruciales en este punto. "Ese momento –sigue Pablo– coincidió con la época en que empezaron a proliferar los lugares libres de humo: no podía fumar en el trabajo, ni en un bar, ni en ningún lado", reseña, a casi 11 años de haber dejado de fumar.

¡SI, SE PUEDE!



 
Foto: Corbis

La reincidencia forma parte del ciclo de esta adicción. "Tal vez lo más importante sea comprender que una recaída no es un fracaso sino un volver a empezar pero con mayores conocimientos. Las chances aumentan con los intentos, a mayor número de intentos mayor posibilidad de éxito", alienta Buljubasich. Laura y Pablo le dan la razón. Los dos quisieron dejar de fumar muchas veces. "Probé fumar cada una hora exacta (me ponía un timer), envolver el atado con una hoja y una gomita para anotar cada vez que sacaba un cigarrillo y la razón por la que necesitaba fumarlo, usar boquillas, mascar chicles de nicotina", detalla Pablo. Hasta que un amigo le recomendó la clínica adventista. "La primera reunión a la que asistí me sentí extraño, desubicado. Pero estaba decidido a terminar la semana de tratamiento". Y lo logró. Con la ayuda de las charlas estimulantes, los dos litros de agua, los tres baños al día, las frutas, las verduras y un cómplice inesperado. "Necesitaba recrear la presión del humo en los pulmones así que empecé a inflar globos. Lo inflaba, lo agarraba entre el índice y el anular (como a un pucho) y le daba bocanadas. Lo hacía en bares, en el cine, en la ducha. Sano, natural y sin límites", festeja.
Las alternativas de tratamiento son variadas. El del Hospital Italiano, por ejemplo, empieza con dos o tres entrevistas individuales en las que se realiza el diagnóstico. Continúa con un abordaje cognitivo-conductual que busca desnaturalizar el consumo, en seis encuentros, de una vez por semana, que se desarrollan en forma de taller. Y finaliza con el tratamiento farmacológico, que incluye sustitutos nicotínicos, el antidepresivo Bupropion y la Varenicline, que alivia los síntomas de abstinencia: "Para tener fuerza y enfrentar el duelo de dejar algo que te acompañó durante muchos momentos de tu vida, que llenó vacíos y que tapó cosas que no quisiste ver", avisa Laura. Para eso es fundamental cambiar la rutina. Abandonar los hábitos asociados al cigarrillo, como tomar café o alcohol. "Y si te morís de ganas de fumar, salí a caminar. Rapidísimo, durante media hora o más. Te vas a olvidar del cigarrillo. Y te vas a acordar de vos". Vale la pena intentarlo.H

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